Creo que hace ya muchos años que había leído este libro de Eduardo Mendoza, que no por antiguo ha perdido su interés y que ha caído ahora de nuevo en mis manos como regalo de una amiga.
Se trata de una novela que puede considerarse policíaca, porque hay una intriga que resolver, pero bastante peculiar en su planteamiento, pues el detective (del que ni siquiera llegamos a conocer el nombre) es un paciente de un manicomio al que podríamos incluso calificar de esperpéntico, que nos ofrece una visión particular de la sociedad, sin que falte de forma velada una cierta crítica social.
Desde mi punto de vista, lo más interesante no es la historia en sí misma, sino más bien la forma que tiene de ser contada, con esa crítica por un lado y con un punto de ironía por otro, que hace que en muchos momentos no puedas evitar esbozar una sonrisa, especialmente en los diálogos y monólogos del protagonista.
Entretenida y de lectura fácil y rápida, muy adecuada para una tarde veraniega.
Se trata de una novela que puede considerarse policíaca, porque hay una intriga que resolver, pero bastante peculiar en su planteamiento, pues el detective (del que ni siquiera llegamos a conocer el nombre) es un paciente de un manicomio al que podríamos incluso calificar de esperpéntico, que nos ofrece una visión particular de la sociedad, sin que falte de forma velada una cierta crítica social.
Desde mi punto de vista, lo más interesante no es la historia en sí misma, sino más bien la forma que tiene de ser contada, con esa crítica por un lado y con un punto de ironía por otro, que hace que en muchos momentos no puedas evitar esbozar una sonrisa, especialmente en los diálogos y monólogos del protagonista.
Entretenida y de lectura fácil y rápida, muy adecuada para una tarde veraniega.
Sinopsis
Las enigmáticas desapariciones de niñas del colegio de las madres lazaristas de San Gervasio son el punto de inicio de la aventura indagatoria que tiene como protagonista a un cliente del manicomio, quien, obligado a convertirse en investigador, se verá envuelto en toda clase de percances de los que logrará salir llevando a cabo su cometido y descubriendo una intrincada farsa de gente pudiente.
Aparentemente nivelada y lisa, la escritura de Mendoza constituye un espléndido ejemplo de investigación literaria personal, ajena a todo mimetismo, que ahonda en las posibilidades del relato tradicional, e indagar así -como un buen detective, o como un personaje de Henry James- en el dibujo que se nos muestra al dorso del tapiz de la trama. Una farsa burlesca y una sátira moral y social que tiene sus raíces últimas en la picaresca y en el modelo cervantino.
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