En estos momentos estoy leyendo un libro bastante voluminoso y es de los pocos que no me ha dado tiempo a terminar en una semana (espero poder comentarlo la próxima semana), así es que para cumplir con mi compromiso bloguero nada mejor que intercalar uno de esos que sabes que lo vas a leer de un tirón y no te va a quitar mucho tiempo.
Y para ese fin, Harlan Coben es único. He leido varios libros suyos y me parece que es un maestro de la intriga. Sus novelas son de esas que te enganchan desde la primera página y que no te dejan soltarlas hasta el final, pues la acción es trepidante y el suspense está perfectamente dosificado para que tengas que continuar un poco más. Y puede que haya quien piense que no es una escritura muy brillante, pero desde luego la función de entretener la cumple a la perfección.
Esta novela no es ninguna excepción al respecto. Con el argumento de una niña desaparecida en el asalto brutal a su familia y el padre que intenta encontrarla por todos los medios, incluso con las sospechas de la policía que recaen sobre él, la trama va dando giros y más giros y, como suele ser habitual en este escritor, las cosas no son lo que parecen.
Un momento de descanso y continúo con el libro que tengo entre manos.
Sinopsis
Marc Seidman intentaba recordar algún detalle, algo especial, cualquier cosa que pudiera darle una pista. Pero era imposible. Lo único cierto es que le habían disparado, su mujer había muerto y nadie sabía nada sobre el paradero de su hija. Sin embargo, no podía perder la esperanza. Tras un fallido intento por llegar a un acuerdo con quienes afirmaban ser los secuestradores de Tara, Marc recabaría la ayuda de la ex agente del FBI Rachel Mills. Juntos emprenderán una investigación en una carrera contra el tiempo en lo que quizá sea la última oportunidad de encontrar a su hija con vida.
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