Ya le tocaba el turno a la última novela de Alicia Giménez Bartlett y la inspectora Petra Delicado. Le tenía ganas. Y no me ha defraudado.
Nos encontramos una investigación que parece atascada y sin saber por dónde seguir, pero que al final, como no podía ser de otro modo, termina por desenredarse. No me ha sorprendido mucho, pero resulta entretenida, mostrándonos además un mundo que se va haciendo cada vez más habitual, el de los food truck o furgonetas gastronómicas.
Lo que me ha gustado tanto o más que el caso en sí mismo es la propia vida de la inspectora, a la que vamos conociendo más, y que se enfrenta a problemas en los que nos podemos ver reflejados. El punto final no me lo esperaba y me ha dejado un poco en shock, la verdad (no digo más para no hacer spoiler).
Esperando la próxima.
Una mañana, el propietario de una furgoneta gastronómica ambulante aparece apuñalado en su interior. El vehículo está aparcado en una céntrica plaza, junto a otros de las mismas características. Todos participan en unas jornadas festivas que organiza el Ayuntamiento de Barcelona. Ningún testigo ha oído o visto nada durante la noche.
Tras las primeras pesquisas, los encargados del caso, la inspectora Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón, solo cuentan con una pista: los vecinos de las furgonetas cercanas a la del crimen aseguran que, la tarde anterior, una mujer hizo una compra importante en el negocio de la víctima. Poco después descubren quién es esa clienta, y tan importante es el descubrimiento que encontrarla se convierte desde ese momento en una prioridad. Sin embargo, parece que una mano misteriosa sigue a los detectives amenazando con violencia a cualquier persona a la que interroguen. Petra y Garzón se enfrentan a un criminal que intentará por todos los medios que el enigma no se resuelva.
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