En general, me gustan las novelas de Andrea Camilleri, no sólo las que tienen como protagonista a Montalbano, sino también las demás ambientadas en Sicilia, que por cierto es uno de esos viajes pendientes que no terminan de concretarse y que espero hacer algún día.
Esta es la última por el momento del comisario Montalbano, un personaje entrañable al que hemos visto evolucionar a lo largo de todas sus novelas, de forma que ya casi no nos sorprende cómo actúa y somos capaces de intuir sus reacciones. En este libro si acaso se le va notando el paso de los años, aunque él se resista a ello y no lo quiera admitir, que es un poco lo que nos pasa a casi todos.
Por lo demás, siguen ahí sus peculiares relaciones con los subordinados, con los jefes, con las mujeres, con los mafiosos, su buen comer y su forma sencilla de entender la vida, su ironía...
Y un caso que resolver tan complicado como todos que, gracias a su manera particular y poco ortodoxa de llevar a cabo las investigaciones, consigue desenredar poco a poco.
Y ahora a esperar la próxima.
Sinopsis
Entre incrédulo y horrorizado, el comisario Salvo Montalbano contempla desde su ventana una imagen de pesadilla: un caballo yace muerto sobre la arena. Una rápida inspección a pie de playa le permite constatar que se trata de un magnífico purasangre que ha sido sacrificado con crueldad y ensañamiento. Pese a no ser precisamente un defensor de los animales, el comisario siente la necesidad de llevar ante la justicia a quien haya sido capaz de perpetrar semejante acto.
Así pues, con la ayuda de su amiga Ingrid, Montalbano se adentrará en un ambiente al que nos tiene poco acostumbrados: el de los círculos ecuestres, las carreras de caballos y las elegantes fiestas benéficas, un mundo poblado por hombres de negocios de altos vuelos, aristócratas y amazonas de rompe y rasga.
Pero de ahí a las apuestas clandestinas y las carreras amañadas apenas media un paso, y Montalbano se colocará en el punto de mira de turbios personajes que lo amenazarán de todos los modos posibles. Incluso, poco faltará para que su casa acabe pasto de las llamas. ¿Qué otra cosa puede esperarse de la mafia?
En su máximo esplendor como detective y como seductor, Montalbano se niega en redondo a subsanar las primeras y evidentes huellas del paso del tiempo, como por ejemplo llevar gafas, que le ahorrarían avanzar a tropezones y cometer algún error. Y si bien su relación con Livia sigue atravesando horas bajas, su proverbial apetito y vitalismo socarrón se mantienen indemnes
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