No sé muy bien qué comentar de esta novela de Patricia Cornwell que no haya dicho anteriormente. La serie de la doctora Scarpetta fue una de mis favoritas hace ya mucho tiempo, pero es verdad que en las últimas creo que se iban complicando demasiado las situaciones y nos dejaban con la impresión de que no se terminaban, de que siempre quedaba algo pendiente.
En esta ocasión, sin embargo, se puede decir que se ha cerrado del todo. Hay asuntos que vienen de novelas anteriores que terminan de explicarse y da la sensación de que se cierra un ciclo. Al menos, eso es lo que me ha parecido a mí.
De todos modos, no puedo resistirme a leerlas. Es una especie de adicción. Así que espero la próxima, aunque no diría que con impaciencia. Simplemente porque paso un rato entretenido con ellas.
Una tarde de finales de verano en Cambridge, Massachusetts, la doctora Kay Scarpetta y su compañero de investigación, Pete Marino, responden a una llamada sobre una joven ciclista muerta que parece haber sido atacada con una fuerza casi sobrehumana.
Antes de que la sede de Scarpetta haya sido notificada oficialmente sobre el suceso, el agente Marino y Benton Wesley, el marido de la doctora Scarpetta, miembro del FBI, reciben llamadas de alguien supuestamente de la Interpol interesándose sobre el crimen. Pero no tiene sentido. ¿Por qué la agencia policial internacional conocería el caso o estaría interesada en él?
Pronto se hace evidente que las llamadas podrían ser obra de un ciberacosador anónimo llamado Tailend Charle, que ha estado enviando a Scarpetta comunicaciones crípticas con informaciones privadas de su pasado desde hace más de una semana. Ni siquiera Lucy, la brillante sobrina experta en tecnología, puede rastrear cómo esta persona ha podido tener acceso a información tan personal. Cuando una segunda muerte conmociona a la doctora hasta lo más profundo, se hace evidente que ella y sus seres queridos se enfrentan a algo mucho más grande y peligroso de lo que jamás habían imaginado.
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