domingo, 11 de agosto de 2019

El último barco (Domigo Villar)

Hace poco me regalaron esta novela unos amigos, pero no pude llevármela a las vacaciones fundamentalmente por su tamaño (tiene más de 700 páginas). Así que en cuanto he vuelto no he podido resistirme a leerla.
Llevábamos mucho tiempo esperando un nuevo libro de Domingo Villar, pues creo que la última novela del inspector Caldas se publicó hace unos diez años, y tengo que decir que la espera desde luego ha merecido la pena.
Analizando el argumento, puede parecer sencillo, seguramente podría resolverse el caso con la mitad de páginas. Por eso lo bueno y lo interesante de la novela es cómo nos lo va contando de forma pausada, a través de los pensamientos de los personajes, muy poco a poco (creo que tiene que ver con el carácter gallego, o por lo menos lo que yo conozco de él). Con ello, la novela se va leyendo dulcemente y no te parece en ningún momento que esté dando rodeos, simplemente te dejas llevar y disfrutas con la forma en que lo va contando.
A pesar de su tamaño (ya he dicho que más de 700 páginas), cuando terminas te quedas con ganas de que hubiera continuado. Tal es la maestría del autor, que consigue meterte en la trama y te hace ser uno más de la historia. O por lo menos, esas han sido mis sensaciones.
Espero que no haya que esperar tanto tiempo para la próxima pero, lo que tenga que ser, será.
Mientras tanto nos queda visitar Galicia, que leyéndola me ha entrado un poco de morriña...


Sinopsis
La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo.
Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios.
Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.

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